03 mayo 2008

Gracias Luis Cernuda

EL TIEMPO (OCNOS)
Llega un momento en la vida cuando el tiempo nos alcanza. (No sé si expreso esto bien.) Quiero decir que a partir de tal edad nos vemos sujetos al tiempo y obligados a contar con él, como si alguna colérica visión con espada centelleante no arrojara del paraiso primero, donde todo hombre una vez ha vivido libre del aguijón de la muerte.¡Años de niñez en que el tiempo no existe! Un día unas horas son entonces cifra de la eternidad. ¿Cuantos siglos caben en las horas de un niño?Recuerdo aquel rincón del patio en la casa natal, yo a solas y sentado en el primer peldaño de la escalera de mármol. La vela estaba echada, sumiendo el ambiente en una fresca penumbra, y sobre la lona, por donde se filtraba tamizada la luz del mediodía, una estrella destacaba sus seis puntas de paño rojo. Subían hasta los balcones abiertos, por el hueco del patio, las hojas anchas de las latanias, de un verde oscuro y brillante, y abajo, en torno de la fuente, estaban agrupadas las matas floridas de adelfas y azaleas. Sonaba el agua al caer con un ritmo igual, adormecedor, y allá en el fondo del agua unos peces escarlata nadaban con inquieto movimiento, centelleando sus escamas en un relálampago de oro.Disuelta en el ambiente había una languidez que lentamente iba invadiendo mi cuerpo.Allí, en el absoluto silencio estival, subrayado por el rumor del agua, los ojos, abierto a una clara penumbra que realzaba la vida misteriosa de las cosa, he visto como las horas quedaban inmóviles, suspensas en el aire, tal la nube que oculta un dios, puras y aéreas, sin pasar.

02 mayo 2008

Magnolio (Luis Cernuda)

EL MAGNOLIO
Se entraba a la calle por un arco. Era estrecha, tanto que quien iba por en medio de ella, al extender a los lados sus brazos, podía tocar ambos muros. Luego, tras una cancela, iba sesgada a perderse en el dédalo de otras callejas y plazoletas que componían aquel barrio antiguo. Al fondo de la calle sólo había una puertecilla siempre cerrada, y parecía como si la única salida fuera por encima de las casas, hacia el cielo de un ardiente azul. En un recodo de la calle estaba el balcón, al que se podía trepar, sin esfuerzo casi, desde el suelo; y al lado suyo, sobre las tapias del jardín, brotaba cubriéndolo todo con sus ramas el inmenso magnolio. Entre las hojas brillantes y agudas se posaban en primavera, con ese sutil misterio de lo virgen, los copos nevados de sus flores. Aquel magnolio fue siempre para mí algo más que una hermosa realidad: en él se cifraba la imagen de la vida. Aunque a veces la deseara de otro modo, más libre, más en la corriente de los seres y de las cosas, yo sabía que era precisamente aquel apartado vivir del árbol, aquel florecer sin testigos, quienes daban a la hermosura tan alta calidad. Su propio ardor lo consumía, y brotaba en la soledad unas puras flores, como sacrificio inaceptado ante el altar de un dios.

01 mayo 2008

El Magnolio de Luis Cernuda



El proyecto era poner un Luis Cernuda escultórico asomado a un balcón de la plaza de Molviedro.
¿Y le parecen adecuados los emplazamientos que se barajan, como la plaza de Molviedro?
Me parecen bien todos, aunque creo que Luis Cernuda ya tiene un monumento en Sevilla.
¿Un monumento ya?
Sí, es un Magnolio. El Magnolio monumental que hay en la esquina de la Catedral, frente a Correos, es el mejor monumento que Sevilla puede dedicar a Luis Cernuda. Cada vez que paso por allí me acuerdo del "Atardecer en la Catedral".
¿Y por qué un Magnolio?
¿no ha leído usted "Ocnos"? ¿no ha leído "La realidad y el deseo"?
Pues cuando les esos libros encontrarás el significado simbólico del Magnolio para Luis Cernuda. Luis Cernuda evocaba siempre a Sevilla a la sombra de un Magnolio en flor...
Los que han leído a Cernuda en Sevilla caben en un microbús. Mientras no se remedie el desconocimiento de su obra, un centenario (Sevilla, 21 de septiembre de 1902- Mexico D.F.,5 de noviembre 1963) no servirá más que para la saturación de los tópicos: que si la Sevilla eterna le hizo la vida imposible, que si no le perdonaron su libre opción sexual... Cierto que Cernuda se fue de Sevilla. Pero si estuviera ahora aquí, en viendo a los cernudianos de ocasión, se volvería a ir. Mucho me temo que el centenario servirá para que muchos se hagan la foto al lado de Cernuda, pero no para conocer de verdad su obra, más sevillana que las yemas de San Leandro, que las tiendecitas de los plateros de la Plaza del Pan. Dadas las coordenadas del adocenado panorama cultural, la única solución que veo es que Joan Manuel Serrat grabe un disco, poniendo música a poemas de Cernuda. A Antonio Machado por lo menos lo conocen a través de Serrat.